martes, 22 de abril de 2014

Crítica: The Amazing Spider-Man 2

La necesidad es la madre de la invención y es por eso que la película The Amazing Spider-Man de Marc Webb que salió en 2012, a pesar de sus buenas ganancias y gran elenco, se sintió tan superficial. Reiniciar la famosa franquicia de Marvel solo cinco años después de Spider-Man 3 de Sam Raimi no era algo que en realidad fuera necesario y la rápida salida de The Amazing Spider-Man 2 no encuentra solución a esa redundancia, aunque acrobáticamente gira suficiente sonido y furia para distraernos de ese dilema, con una gran química entre Andrew Garfield y Emma Stone deleitándonos una vez más.

Continuando la investigación de Peter Parker sobre la sombría historia de su familia, al mismo tiempo que enfrenta a dos villanos, esta nueva aventura atraerá a la suficiente audiencia para justificar la reluctancia de Sony a renunciar a esta propiedad creativa fuertemente urbanizada. Quizás, una razón por la cual la compañía decidió regresar a la fuente en lugar de crear una tercer secuela de la serie creada por Raimi, es porque el origen de la historia de Parker es emocionalmente convincente de una manera que no puedo ser repetida. La transformación de un tímido y torpe adolescente en un ser sobrenatural y el juvenil sentido de propósito que él encuentra en sus poderes recién adquiridos, forman un arco en la historia más rico y limpio que cualquier densidad narrativa que alguna secuela pueda brindar. La fabulosa Spider-Man 2 de Raimi que salió en 2004, giró en torno a esa premisa al complicar el romance clave y al introducir un enemigo verdaderamente carismático: el Doctor Octopus. 

Escrita por un equipo de cuatro guionistas, The Amazing Spider-Man 2 es menos exitosa, a pesar de un desarrollo crítico del tercer acto que trastorna el aparente status quo del renacimiento de la franquicia. Aunque juega de nuevo con un encanto áspero y con el humor tonto de Garfield, Parker entra y sale de la película como un implacable e ingenioso combatiente del crimen con poco desarrollo en el medio. Además, su desconfianza fue reemplazada por una hábil labia e incluso el copete de su cabello es un poco más alto.

Mientras tanto, su relación con la intelectual Gwen Stacy (Emma Stone) se quiebra y se repara a sí misma una y otra vez, ya que sufre del agobio por la promesa que hizo a su difunto padre (Denis Leary) de que la dejaría sola por razones de seguridad. Su investigación en curso sobre la muerte enigmática de sus padres (algo que se revela en el prólogo de la cinta) lo hace descubrir cosas que incluso los espectadores más atentos no hubieran podido deducir a partir de la primera película, sobre todo teniendo en cuenta que los malos procederes de la mega corporación Oscorp ahora se han establecido.

Con Gwen y la tía May (Sally Field) soportando en silencio las heridas psicológicas de las muertes recientes de su familia, el tratar de seguir adelante sin importar qué para ellas parece ser uno de los temas emocionales subyacentes de la historia, así como su razón de ser comercial. Por otra parte, la ciudad de Nueva York de la película aparece magullada debido a los acontecimientos criminales del filme anterior, y cada vez es más dependiente del todavía enmascarado Spider-Man, quien sirve como complemento a la fuerza policial. Este énfasis en la necesidad de heroísmo en la sociedad contemporánea recuerda mucho el subtexto reaccionario post-9/11 de las películas de Batman de Christopher Nolan. 

La amenaza más inmediata para el bienestar de la Gran Manzana llega en la forma inverosímil de Max Dillon (Jamie Foxx), un empleado de Oscorp ultra fanático de Spider-Man que, a raíz de un accidente de laboratorio que implica un fusible flojo y un depósito gigantesco de anguilas eléctricas, muta en el iridiscente Electro. Es un antagonista complicadamente concebido, aunque el naturalmente dinámico Foxx nunca parece cómodo con la caracterización del personaje. Después de un enfrentamiento de alto voltaje en Times Square contra nuestro héroe, que seguro representó un reto par el equipo de efectos especiales, se observa que él es poco más que un acto de calentamiento para la maldad más serpentina de Dane DeHaan como el heredero de Oscorp (y amigo de la infancia de Parker), Harry Osborn.

Reintroducir al personaje de Osborn (interpretado por James Franco en las películas de Raimi) podría parecer otro movimiento inseguro por parte de la posible escasez de ideas de los escritores, pero en realidad es un retorno ordenadamente guionizado. Sus gestos faciales y vocales evocan a un joven Leonardo DiCaprio y el actor lo interpreta con la misma astucia que a Lucien Carr en Kill Your Darlings. La promesa de su presencia continua es la principal razón para anticipar la ya programada The Amazing Spider-Man 3


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