lunes, 16 de diciembre de 2013

Crítica: The Hobbit: The Desolation of Smaug

Aunque sigo sin estar del todo convencido sobre el proyecto vanidoso de Peter Jackson para inflar una adaptación de una historia para niños de J.R.R. Tolkien de 1937 en forma de una precuela de tres partes de The Lord of the Rings, al menos con el capítulo medio, The Desolation of Smaug, vemos hacia dónde está apuntando el director. Se trata de una aventura ideal para todas las edades, cargada con escenas de pelea de ritmo rápido, grandes efectos especiales y personajes secundarios que sólo puedes amar u odiar.

En términos de tono y ritmo, esta película se siente más como The Adventures of Robin Hood de Errol Flynn que como algo proveniente de Tolkien, aunque no es un mal modelo. Ya es tiempo de aceptar que Jackson ha tomado prestado el argumento y los personajes de The Hobbit para su propia empresa de escala tipo George Lucas, la cual ahora luce mucho más prometedora después de que el primer episodio fuera un poco aburrido, confuso y demasiado pintoresco.

Jackson y sus colaboradores pueden afirmar plausiblemente que han basado la mayor parte de The Desolation of Smaug en la obra de Tolkien, pero no necesaria o exclusivamente en el texto original de The Hobbit. Han saqueado exhaustivamente cada nota o referencia entre paréntesis de The Lord of the Rings que pueda arrojar algo de luz de los acontecimientos de The Hobbit, lo que conduce a la interpolación e invención de todo tipo de personajes controvertidos que no se encuentran en el libro.

En la primera película de la trilogía, por ejemplo, nos encontramos con el lamentable mago Radagast the Brown (Sylvester McCoy), con su cabello lleno de excremento de pájaro y trineo jalado por conejos. A pesar de que este personaje sí es mencionado en los libros de The Hobbit y The Lord of the Rings, en ellos nunca aparece en persona, y de hecho vuelve a presentarse en The Desolation of Smaug con un rol menos importante.

Por otra parte, Elrond (Hugo Weaving) y Saruman (Christopher Lee) no reaparecen en la secuela, y el papel de Gandalf (Ian McKellen) se mantiene bastante en segundo plano, aunque todos ellos es un hecho que volverán en el episodio final. Algo interesante es que Legolas (Orlando Bloom), uno de los personajes más queridos de The Lord of the Rings, llega de la nada y tiene la misión de ayudar a Bilbo y a su banda de enanos vengativos a sobrevivir a una ola de orcos merodeadores y a llegar a The Lonely Mountain.

Esto es algo complicado de entender para los fans, ya que Legolas nunca aparece en el libro de The Hobbit, lo cual no es de sorprender ya que Tolkien aún no lo había inventado, pero incluso los seguidores más asiduos del autor admitirán que hay cierta lógica al introducirlo en la historia. Después de todo, los elfos viven por miles de años, y el arrogante padre de Legolas, Thranduil, es una figura importante en la historia de The Hobbit

Pero eso no es todo. También está la guerrera elfa de nombre Tauriel (Evangeline Lilly) y su tempestuoso triángulo amoroso con Legolas y el enano Kili. Estoy cien por ciento seguro que esta parte es totalmente inventada, pero no es algo que en realidad moleste. Es decir, introducir una historia de amor entre una elfa rebelde y un enano va más allá de lo que Tolkien hubiera tolerado, pero equivale a una declaración de independencia por parte de Jackson. Esta trilogía se ha convertido en algo propio y libre, más que en una adaptación, y si bien hay mucho de eso que en lo personal yo hubiera hecho de otra manera, es buen entretenimiento en sus propios términos.

A pesar de que muchas personas sintieron que la primera película era un poco lenta, la acción en The Desolation of Smaug se siente más viva y presente. Por ejemplo, tenemos un misterioso viaje con Gandalf y Radagast a una espeluznante cripta de la cual, sus nueve ocupantes han escapado. Cuando no estamos ocupados viendo escenas de romance con las bellezas elfas, el valiente Bilbo, el corpulento Thorin y sus compañeros luchan contra arañas gigantes y grupos de orcos asesinos liderados por Azog the Defiler, o escapar del reino de Thranduil en barriles y entrar de contrabando a Laketown gracias al barquero en conflicto Bard, quien después jugará un papel importante en la batalla contra Smaug.

A pesar de que la mayoría de los enanos (a excepción de Thorin) mantiene una esencia británica, los gloriosos escenarios de libro de cuentos de hadas están llenos de impresionantes personajes secundarios, desde Bard y el corrupto Master of Laketown (Stephen Fry) hasta el vanidoso Thranduil y Beorn (Mikael Persbrandt), el oso-hombre que cambia de forma a placer. Por su parte, Martin Freeman (Bilbo) no tuvo una gran impresión en mí como en la primera película gracias a su comedia doméstica, ya que en este capítulo, debido a su uso continuo del anillo para eludir a las arañas, los orcos y los elfos, hace que adquiera un comportamiento cada vez más parecido al de Gollum. 

En el último tercio de la película, Bilbo logra entrar al reino subterráneo de los enanos, Erebor, y se encuentra cara a cara con Smaug. Con la voz de Benedict Cumberbatch, el dragón es una presencia imponente, lograda gracias a los impresionantes efectos especiales. Él, Jackson y Bilbo, nos dejan colgando de un acantilado narrativo y sin aliento, esperando por el enfrentamiento final.

No cabe duda que gran parte de la magia, el misterio y la simplicidad que han hecho del trabajo de Tolkien algo tan llamativo se sacrificó aquí gracias a las demandas de una excelente pero esencialmente familiarizada película de acción y aventuras con montones de efectos por computadora, más cercana en forma y espíritu a The Avengers que a un cuento de hadas metamorfoseado de Tolkien.

Por una parte, siento un poco de tristeza por eso, pero uno también puede quejarse de que los niños de ahora no van a la ópera o que no leen a Virgilio en su idioma original, aunque siempre habrá un puñado de gente que todavía hace y seguirá haciendo esas cosas. A pesar de que Jackson se ha alejado mucho de The Hobbit con trineos impulsados por conejos, personajes inexistentes de la obra original y disturbios amorosos élficos, para fortuna de los más puristas, el libro que empezó todo siempre estará ahí para ellos. 


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martes, 10 de diciembre de 2013

Crítica: The Frozen Ground


Hay varias razones por las que una persona podría estar emocionada por The Frozen Ground, el debut como director de Scott Walker. Algunas de ellas incluyen a Nicolas Cage, John Cusack y 50 Cent. Esta película, la cual se lleva a cabo en los alrededores de Anchorage, Alaska de 1983, cuenta con algunas decisiones de elenco interesantes. Está protagonizada por Nicolas Cage, quien toma el papel de un policía estatal moralmente recto llamado Jack Halcombe.

Apenas dos semanas antes de que él fuera llamado a dejar el cuerpo de policía para un trabajo con una compañía petrolera, se queda enganchado gracias al intento de captura de un asesino en serie, Robert Hansen (John Cusack), que durante años ha violado y asesinado a varias mujeres jóvenes para después enterrar sus cuerpos en el despoblado.

50 Cent también tiene un papel relativamente menor como proxeneta y cuyo nombre es Clate Johnson, mientras que Vanessa Hudgens interpreta a una prostituta de 17 años de edad, quien se las arregla para escapar de la abducción de Hansen al principio de la película, lo que la convierte en la única persona que puede testificar en su contra. 

Así que ahí lo tienen, un guión básico y actores que hacen de esta película algo atractivo. Pero los espectadores, buscando una historia de crimen o una clase de parodia debido a la combinación de Cage y 50 Cent, no encontrarán nada por el estilo, ya que The Frozen Ground se toma a sí misma demasiado en serio como para llegar a eso.

La película está basada en hechos reales y de hecho, Robert Hansen fue un asesino en serie quien logró estar bajo el radar como panadero de pueblo y hombre de familia que al mismo tiempo asesinó a 21 mujeres durante el transcurso de tres años. Jack Halcombe está inspirado también en el detective real, Glenn Flothe, mientras que Cindy Paulson, el personaje de Vanessa Hudgens, también existió y es al final de la película que sabemos que gracias a su realización es que se cuenta por primera vez su historia.

Uno de los principales problemas de la película es que ésta no trata sobre Paulson, Halcombe o Hansen. En su fidelidad con los eventos reales, se vuelve un filme que cuenta la historia de estos personajes pero que al mismo tiempo mantiene una distancia segura de todos ellos. Esto es desafortunado, ya que The Frozen Ground pudo haber sido un thriller psicológico convincente en la misma línea que Insomnia de Christopher Nolan o una cinta de cine negro como Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans, en donde Nicolas Cage actúa como un sargento de policía drogadicto.

The Frozen Ground es, en su lugar, una historia de crimen muy vaga y fácilmente olvidable, la cual se pudo haber visto beneficiada con un mayor desarrollo de los personajes o al menos con un enfoque de la narrativa en un protagonista central. Sin embargo, esto hubiera sido una difícil decisión, ya que las historias de los tres son igualmente convincentes, pero haberse quedado indecisa en este aspecto fue un grave error de la película. Si hay un personaje principal por defecto es quizás el detective Halcombe, pero la atención que recibe no es siquiera la suficiente y el papel que tiene su esposa (Radha Mitchell) puede ser totalmente ignorado.

Todo esto no es para dar a entender que la película carece de tensión dramática o que es totalmente plana. Sí hay momentos de presión, por ejemplo cuando el personaje antisocial de Cusack se encuentra vagando por los barrios bajos de Anchorage en la búsqueda de Paulson o cuando Halcombe finalmente logra interrogar al asesino serial. A pesar de esto, mi recomendación es mantenerse alejado de esta película y optar por alguna otra opción, sobretodo después de la salida reciente de varios thrillers a los que sí vale la pena echarles un ojo. 


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lunes, 2 de diciembre de 2013

Crítica: Captain Phillips

De vez en cuando escuchamos en las noticias historias de piratas en los altos mares, las cuales casi siempre evocan la misma pregunta: ¿aún existen piratas en el mundo actual? La realidad es que sí y en la nueva película de Paul Greengrass, Captain Phillips, aprendemos un poco de cómo son y por qué y cómo hacen lo que hacen.

La historia de la película está basada en el secuestro de la vida real del barco Maersk Alabama que tuvo lugar en el 2009 y en las memorias de Richard Phillips, su capitán. Tom Hanks es excepcional en este papel y nos muestra una actuación muy diferente de aquellos roles en los que estamos acostumbrados a verlo.

Sean cuales sean las explicaciones políticas y la resonancia emocional a la que Greengrass está apuntando, Captain Phillips es más que nada una impresionante historia de aventura marítima. La película comienza con Phillips preparándose para zarpar; estará viajando desde Omán hasta Mombasa, Kenia. Él y su tripulación saben que existe la posibilidad de ser víctima de la piratería, de hecho están entrenados para ello, pero parece una amenaza de bajo nivel, sólo otra casilla más para marcar mientras se preparan.

Sin embargo, Phillips es un hombre tranquilo que no convive mucho con la tripulación. Para él todo se trata de trabajar y nunca charla con los demás hombres del barco mientras éstos disfrutan de su descanso. De hecho, cuando cree que ya se han relajado lo suficiente, los manda de vuelta a trabajar, de una forma directa y sin rodeos.

Después Greengrass nos lleva a Somalia, donde una clase diferente de preparación se está llevando a cabo. Un caudillo militar local que, obviamente aterroriza a los habitantes del pueblo, llega y le reclama a la gente, diciéndoles que necesitan obtener más dinero, y apoderándose de algunos barcos es la manera de hacerlo. Su comportamiento, y sus matones, dejan bien en claro que esto no es una negociación sino una orden.

Así que un hombre llamado Muse (Barkhad Abdi) y otros se dirigen al mar en frágiles lanchas de motor, buscando una embarcación que pudieran robar. Cuando descubren el Maersk Alabama, creen que se han ganado la lotería y después de mucho estira y afloja, logran subir al barco y exigirle dinero a Phillips y a la tripulación. Es casi surrealista ver a estos cuatro hombres bien armados tomando el control del buque.

Al parecer nuestra tarea como espectadores es establecer paralelismos entre Phillips y Muse. Ambos son capitanes de una tripulación con la que no están relacionados y los dos están buscando tener el control. Es un concepto interesante, pero los acontecimientos conspiran para empujarlo a un segundo plano. Sin ir muy lejos, en el último tercio de la película, la Marina de Estados Unidos y sus equipos SEAL son llamados a la acción.

De nuevo, parece una situación del tipo David contra Goliat y en algunos aspectos la es, aunque involucra más que dominar al oponente. Se necesita estrategia, paciencia y una inmensa concentración. Aquí, al igual que representa la razón por la que los somalíes recurren a la piratería, Greengrass nos muestra por qué las cosas suceden de la manera en que lo hacen. Las soluciones fáciles son raramente tan simples como nos imaginamos.

Hanks brilla como el reservado Phillips, sin ningún encanto de sus tradicionales papeles de chico bueno. Y en una escena al final, otra vez sin echar a perder las cosas, su actuación es simplemente asombrosa. Abdi es también fantástico; Muse no es sólo un matón sin sentido, es un hombre atormentado que es empujado a una situación desesperada.

Greengrass trae la urgencia de las películas de Bourne que dirigió a las actuaciones de su nueva cinta, con cámaras de mano que se suman a la inmediatez. Esto es particularmente efectivo cuando la acción se desplaza a un escenario más claustrofóbico. La aventura del Capitán Phillips no está destinada a ser viento en popa, pero en general, es un viaje que vale mucho la pena compartir con él.

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martes, 26 de noviembre de 2013

Crítica: Prisoners

¿Qué tan lejos irías para proteger a tus seres queridos? ¿Qué límites estás dispuesto a cruzar? Éstas son las preguntas planteadas en el quinto largometraje del director Denis Villeneuve, un examen melancólico, visceral y emocional del trauma, la pérdida, el pecado y la liberación. En una noche fría y húmeda de Acción de Gracias en las afueras de Pennsylvania, Keller Dover (Hugh Jackman), un padre amoroso, cazador y siempre preparado para la supervivencia, y su esposa (Maria Bello), se reúnen con los Birches (Viola Davis, Terrence Howard) para su cena anual de pavo. Risas y buenos momentos tienen lugar, pero en un abrir y cerrar de ojos, su velada se torna muy mal.

De repente, las hijas de ambas parejas, que sólo salieron a jugar a la casa de al lado, se han perdido y los miembros de las familias no las encuentran por ningún lado. A medida que sacuden el barrio, la preocupación crece y se torna en alarma; tiemblan en pánico y luego estallan en un punto crítico de terror y desesperación. Sin embargo, hay una pequeña pista, una casa rodante que fue vista cerca de la escena del secuestro ha sido encontrada cerca de una gasolinera. Un policía solitario y singularmente determinado, el detective Loki (Jake Gyllenhaal) llega ahí, donde encuentra a un sospechoso lleno de pánico que intenta, sin éxito, huir. El sospechoso es Alex Frost (Paul Dano), un discapacitado mental que jura no saber nada del crimen.

Liberado 48 horas después para volver a los brazos de su tía (Melissa Leo) debido a la falta de evidencia, la impaciencia, miedo y frustración de Dover comienza a chocar con la incapacidad de las autoridades de acusar al joven. Su creciente preocupación por la vida de su hija al saber que mientras más espere, menos oportunidades hay de verla viva, hace que se torne en un giro violento, convirtiéndolo en una máquina de tortura moralmente inquietante y brutal. Lejos de tratar de ser la película del año, Prisoners es oscura en casi cada fotograma y muestra la peor pesadilla de cada padre con una excelente mezcla de suspenso, terror e intriga. Observar la carga emocional del secuestro sobre las familias, la policía y la comunidad es particularmente brutal y conmovedor.

Contando ya con una nominación al Óscar por Incendies y una serie de películas independientes, Villeneuve sigue demostrando su profunda confianza en el cine moderno al brindar inteligencia a un drama sombrío y extremadamente tenso que no se digna a revelar todo; de hecho, el final es probablemente uno de los más audaces que hayamos visto en mucho tiempo, ya que incluso parece enredar más las cosas. Su precisión y control sobre el tono y estado de ánimo es impecable. Villeneuve sabe dónde colocar la cámara para lograr el mejor efecto y cuando ésta elige moverse a menudo produce escalofríos.

Por su parte, Jackman ruge con furia e intensidad al más puro estilo de Wolverine cuando cae por la frustración ante la ineficacia de la policía que trabaja en el caso de su hija. Prisoners es emocionalmente agotadora mientras la familia, los detectives y todos los involucrados pasan a través del filtro, pero es un viaje incontenible y convincente. A pesar de que Jackman es más que genuino a medida que, como padre, llega a los confines de su correa desgastada para encontrar a su hija, es Gyllenhaal en su papel del detective infatigable, quien se encarga del corazón de la película con una tenacidad apasionada pero controlada que nunca pide ser aplaudida como heroica.

Escrita por Aaron Guzikowski, su guión es equiparable al de Black List en el 2009 y es fácil ver por qué. Pero mientras es tensa y fascinante a la vez, uno de los problemas de menor importancia de la película es que tiene mucho camino por cubrir. Para su primera hora y media, Prisoners es de primera categoría, pero la credulidad se tensa ligeramente cuando los giros del laberinto del tercer acto se vuelven un poco complicados, aunque un final conmovedor y de infarto, más la intensidad del material, hace que salga triunfante a fin de cuentas.

Durante dos horas y media, Prisoners es agotadora y también un poco flácida al final, pero hay que darle crédito a Villeneuve por saber cuándo hay que relajarse y cuándo hay que apretar a lo largo del camino. A pesar de que algunos conceptos del crimen del segundo acto deterioran parte del ímpetu de la película, también son cruciales para las capas de este complejo thriller. Si bien es presumiblemente una película sobre los límites de un hombre para proteger a su familia, el drama en realidad termina pasando la batuta a la perfección al detective decidido que jura resolver el caso y llevar a las niñas de regreso a sus casas con vida.

Con un excelente elenco, cada actor trae su mejor jugada, pero Bello como la madre destruida y Davis como la mujer más respetada en una gran familia que pone su fe en Dover, son especialmente fuertes. Prisoners es difícil y cuenta con un tema desgarrador y es interesante ver cómo el público responde. La película es a menudo muy gráfica y perturbadora, pero su carácter inquebrantable le da un elemento memorable que no se olvidará pronto. Puede no ser la película para el espectador casual, pero es este tipo de cine y su narrativa que hace que mucha gente siga acudiendo a las salas año con año.

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martes, 19 de noviembre de 2013

Crítica: Carrie

La última vez que vimos a Carrie White fue en un baño de sangre en la película de 1976 de Brian De Palma para después desaparecer por largo tiempo de la farándula. La adolescente atormentada de Stephen King demostró ser un alma inquieta y regresó en una película para la televisión en el 2002 y en 1988 con un musical de Broadway de corta duración, el cual fue revivido de nueva cuenta en el 2012.

Ahora Carrie está de vuelta en un buen y fiel remake dirigido por Kimberly Peirce y con Chloë Grace Moretz tomando el papel de la protagonista como diosa del gore. Es difícil mantener una franquicia bastante loca, especialmente una que se pueda adaptar a los temores de hoy en día. A diferencia de la película original, la adaptación de Peirce comienza con una desagradable escena con la madre de Carrie, Margaret (Julianne Moore) gritando por ayuda en una cama llena de sangre.

Hay una gran cruz por encima de la cama y algunas velas encendidas alrededor añaden un buen toque gótico a lo que rápidamente se convierte en una escena muy extraña en la que Margaret, a base de gritos escalofriantes, da a luz a una bebé. Después de ver a la niña acurrucada entre sus piernas, saca un par de tijeras de gran tamaño y parece que le quitará la vida, pero algo la detiene (¿intervención divina?) y en su lugar la abraza. Después nos enteramos que esta bebé es Carrie, una niña que Margaret tendrá que proteger hasta que la muerte las separe. 

Y es que la madre, como la escena inicial sugiere, es una fanática religiosa de ambigua denominación que tiene el hábito desagradable de dañar su propio cuerpo con objetos afilados y pocos sutiles. Temerosa del mundo actual, ella mantiene a Carrie a raya y con ropa modesta. Como aparente prisionera de la locura de su madre, la niña no encuentra refugio en su escuela, donde las demás chicas se burlan de ella, incluso en la ducha, donde, después de que ella tiene su periodo por primera vez, recibe una lluvia de tampones y cánticos provenientes principalmente de sus compañeras Chris (Portia Doubleday) y Sue (Gabriella Wilde).

Kimberly Peirce ha dicho que su remake narra el origen de un nuevo superhéroe y de hecho, hay momentos en la nueva película que se sienten un poco como la siguiente entrega de X-Men, sobretodo cuando Carrie descubre que tiene un poder especial y aprende a usarlo, hay una escena en particular que demuestra este hecho cuando vemos flotando en todo su cuarto los libros de telequinesis que tomó prestados de la biblioteca.

La historia también se fortalece con el paso del tiempo. La Carrie original se puede ver como una alegoría universal de la adolescencia. ¿Quién no se ha sentido como un bicho raro en la escuela secundaria o ha fantaseado insolentándose después de ser herido o rechazado? Pero los acontecimientos más recientes, como la masacre de Columbine, han añadido resonancia al material original.

Peirce aprovecha al máximo este espíritu de la época al actualizar la historia para la era de Facebook y YouTube con la ayuda de los guionistas Lawrence D. Cohen, quien escribió la adaptación original de Carrie, y Roberto Aguirre-Sacasa, quizás mejor conocido como al que contrataron para arreglar el musical de Broadway llamado Spider-Man: Turn Off the Dark después de que Julie Taymor fuera despedida. Al principio de la película, en la escena famosa de la ducha, una compañera de clase inmediatamente saca su teléfono celular para grabar un video del suceso y ponerlo después en línea. 

Hasta esa épica perturbación, Carrie sostiene el interés como un drama psicológico y paranormal con una resaca de melancolía que a veces se inclina hacia un verdadero rasgo conmovedor. La película nunca sacude la sensación de haber sido construida a partir de un modelo muy usado, pero eso no importa gracias a Peirce, quien tan poderosamente evocó el mundo interior de otro individuo torturado e incomprendido en la película de 1999 llamada Boys Don’t Cry y quien aquí ofrece un giro fresco e inteligente en ciertos aspectos de un gran cuento familiar.

¿Es Carrie una enorme mejora sobre la película original? No. La cinta de De Palma es un clásico y su tema de la intimidada convirtiéndose en la intimidadora aún resuena. Pero la nueva película, que incluye algunas de las mismas líneas de la original, además de un baño de sangre aún mayor al final, funciona para una nueva audiencia. Eso sí, algo que extrañamos bastante fue la fantástica música creada por Pino Donaggio en la versión original, pero es algo que podemos pasar por alto. 


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martes, 12 de noviembre de 2013

Crítica: The Purge


Es raro que las películas de terror en estos días disfruten de grandes ideas. En su lugar, por lo general son una fórmula simple, basada en un marco conceptual rudimentario, con cámaras que capturan la actividad sobrenatural o con un loco que inventa trampas ingeniosas de tortura. Una de las cosas que hace a The Purge (una nueva película de terror sobre una sociedad utópica con un secreto muy oscuro) muy refrescante, es que en realidad se toma el tiempo para participar en algunas ideas realmente provocadoras y subversivas, y lo que es más, estos intereses temáticos nunca vienen a expensas de las emociones. The Purge se las arregla para ser inteligente y en el panorama actual de terror, esto es mucho más raro que una posesión demoníaca o que capturar un fantasma en video.

El escenario en The Purge es ingeniosamente simple: en algún momento en un futuro no muy lejano, una sociedad utópica ha surgido. Las personas se llevan bien, en paz y hay mucha tranquilidad, con bajas tasas de pobreza y delitos, esto por un periodo anual de doce horas llamado The Purge en donde cualquier crimen está permitido. Durante este periodo, los servicios médicos de emergencia y de policía se suspenden y cualquier fechoría que te imagines, inclusive la violación y el asesinato, está permitida.

Ethan Hawke interpreta a James Sandin, un hombre que vende e instala sistemas de seguridad para hogares. Él vive en un barrio residencial de clase alta con su esposa Mary (Lena Headey) y sus dos hijos, Zoe (Adelaide Kane) y Charlie (Max Burkholder). Los vecinos tienen un cierto grado de hostilidad contenida hacia la familia, ya que parecen estar prosperando mientras que las dificultades económicas más duras han caído sobre ellos mismos. Y es que, si por una noche del año, su casa tiene que ser transformada en una fortaleza, entonces probablemente tienen una vida bastante buena. Los Sandin se están preparando para una noche segura adentro de su mansión, mientras que los estragos de The Purge se desatan fuera de sus puertas cerradas.

Por supuesto, las cosas no salen según lo planeado y cuando un extraño (Edwin Hodge) se presenta en la puerta de su casa, Charlie, sintiendo simpatía, desactiva el sistema de seguridad para que el extraño se deslice dentro. Eso en sí es un problema, pero el más grande de ellos es que un grupo de maníacos de muy buen gusto, con máscaras que son caricaturas de sus rostros, aparece buscando al extraño. El líder del grupo es interpretado por Rhys Wakefield, mirando como si acabara de descargar el nuevo álbum de Vampire Weekend y hablando con unos escalofriantes buenos modales. Él exige que los Sandin liberen al hombre o de lo contrario conseguirán entrar a la casa y matarán a todos los que están vivos, incluyendo a los niños.

The Purge es una película de terror embotellada, la cual tiene lugar exclusivamente en la casa, lo que añade un nivel inquietante de tensión para fijar piezas que hubieran perdido su impulso si hubieran tenido lugar en un entorno más amplio. El escritor/director James DeMonaco, quien escribió el remake de Assault on Precinct 13 (que también protagonizó Hawke), se las arregla para hacer preguntas morales y está dispuesto a hacer que nuestros supuestos héroes sean muy desagradables, todo ello a favor de las bases temáticas de la película. Es un paso valiente y brillante, ya que una versión más directa de esta historia se podría haber hecho con un atractivo más comercial y hubiera sido mucho menos interesante.

Sin embargo, DeMonaco nos entrega momentos importantes y hay una serie de grandes sorpresas que surgen a lo largo de los 85 minutos de la película. En todo el filme no hay ningún momento desperdiciado, lo cual es un buen camino a seguir, sobretodo con tanto producto inflado y demasiado largo de Hollywood en estos días, y Hawke logra anclar la película de una manera viable y emocional. Sin embargo, si hay una baja del tiempo de ejecución, podríamos decir que está en la caracterización. Tanto al hombre que la familia acoge y a las personas amenazando en la puerta no se les da ningún tipo de textura o matiz. Sólo se presentan, hablan un poco y se esconden o matan.



Tal vez esto se hizo para enfatizar el carácter aleatorio de The Purge, incluso si la sociedad dice ser más uniforme. Dentro de esta utopía, todavía es más claro quiénes tienen dinero y quienes no, y en esta noche en especial, todos los miembros de los estratos sociales se ven obligados a participar en un campo de juego similar. Pero, si bien puede enriquecer a la película en un nivel metafórico, en una narrativa pura esto decepciona. El hecho de que los personajes se lancen al azar juntos por el destino no quiere decir que no se merecen algún tipo de historia de fondo. Esto hubiera hecho que el último acto de la película se sintiera mucho más completo y que hubiera tenido más impacto.

No es que la falta de caracterización le quite mucho a The Purge y de hecho, la falta de detalles específicos hace que existan posibilidades para películas futuras de este mundo aparentemente interminable. Hay un par de veces cuando los personajes se refieren a "Los Nuevos Padres de la Patria" y es difícil no pensar en las otras historias que existen dentro de esta realidad. Tal vez sea debido a la gran cantidad de secuelas de Paranormal Activity y Saw que vimos en la última década, pero tal vez el aspecto más estimulante de The Purge es que podría ser el lanzamiento de la próxima gran franquicia de terror, en la que ideas subversivas son mucho más importantes que las cubetas sin fondo de sangre. 


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martes, 5 de noviembre de 2013

Crítica: Thor: The Dark World

Todos vivimos en una época post The Avengers, algo que sin duda debe dar confianza a Marvel a medida que avanza por la segunda fase de su plan maestro taquillero. Sin embargo, mientras las secuelas se acumulan, hay una elección que se tiene que tomar sobre qué camino seguir, una decisión para alcanzar el tono correcto. ¿Eliges ir por el camino grande con más explosiones, villanos y trajes metálicos como en Iron Man 3 o por el camino sombrío creado por The Dark Knight con más oscuridad, ruina y tragedia?

De manera agradable, la secuela de la película de Thor del 2011 del director Kenneth Branagh retiene el sentido de diversión de su predecesora entrelazando su historia del tipo Tolkien (con unos elfos oscuros planeando la destrucción de los nueve reinos con la ayuda de una sustancia espacial poderosa llamada Aether) y unos interludios sobrios (como un funeral masivo) con algunos elementos graciosos y una deliciosa cantidad de cameos (uno de ellos es inevitable y el otro es inesperado).

Sí, el director de Game of Thrones, Alan Taylor, añade más lodo, suciedad y cielos tristes, sobretodo cuando la acción se desenvuelve bajo las típicas lluvias del viejo Londres. Sin embargo, estos matices son tan estéticos como las prótesis utilizadas para transformar a Christopher Eccleston en el elfo líder llamado Malekith. Llamativo, sí, pero también resulta en una especie de distracción.

A pesar de que la película intenta introducir elementos de tensión, dolor y pérdida, ésta no puede alejarse del propio Thor, una deidad invencible del espacio exterior y dueño del rayo gracias a su martillo volador. Aún así, no es un personaje que se deba tomar demasiado en serio y Chris Hemsworth lo ha interpretado lo suficiente como para saber que hay un equilibrio necesario entre el heroísmo y las bromas, incluso cuando está recuperándose de una crisis y peleando al mismo tiempo contra la fuerte dictadura de su padre Odin, interpretado por Anthony Hopkins.

La verdad es que Hemsworth se siente un poco dejado de lado en esta ocasión aunque difícilmente podría ser de otro modo, ya que una vez más Tom Hiddleston vuelve a unirse a la fiesta. El británico vuelve a ofrecer las mejores líneas como Loki que, habiendo agotado el crédito de chico malo en The Avengers, ahora tiene que jugar el papel de aliado como hermano adoptivo.

Las escenas en las que los hermanos escenifican una fuga con la ayuda de los amigos de Thor o la lucha contra Malekith y sus hombres en las dunas negras de Svartalfheim tienen un brío que levanta la película de su estancamiento en el segundo acto. Es una pena que no haya la suficiente energía en el trato de Hemsworth con la astrofísica Jane Foster (Natalie Portman), cuya única función es la de ser portadora temporal del Aether y de paso regañar a Thor por no haberla visitado en mucho tiempo. 

Malekith tiene sus ojos puestos en La Convergencia, una rara alineación de los nueve reinos que le permitirá adueñarse de ellos de un solo golpe. Lo curioso es que no hay en la película cosas que estén en sintonía similar. El filme va desde espectaculares escenas de pelea y encuentros cómicos hasta reconciliaciones familiares con muy poca preocupación por la forma en que todo se suma.

El final, que involucra a Hemsworth y a Eccleston persiguiéndose el uno al otro a través de diferentes dimensiones, es un ejemplo de ello: una descarga de impresionantes efectos que es tan emocionante de ver como imposible de seguir. Pero, ¿quién se queja? Ya estamos con ganas de ver Guardians Of The Galaxy. 


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martes, 29 de octubre de 2013

Crítica: Insidious: Chapter 2

Con la ayuda de su más reciente película de terror, El Conjuro, la cual sigue asustando a muchas personas en algunas salas de cine, James Wan regresa con dos horas más de sustos con Insidious: Chapter 2, la secuela de la película de bajo presupuesto del 2011 que dejará a los fans del género pidiendo más. Y en efecto, con una conclusión inteligente que sugiere que la franquicia podría continuar sin la participación de las estrellas Patrick Wilson y Rose Byrne, no hay razón para dudar que Insidious pueda rivalizar con las propias películas de Saw de Wan para tener una buena longevidad.

Si algo hemos aprendido de las pasadas películas de Wan, es que los espíritus malignos persiguen a las personas y no se quedan en una casa en específico. En la primera película de Insidious, la persona que resulta afectada es Dalton Lambert, hijo de Josh y Renai, quien entró en un coma profundo después de que su alma se perdiera en un sueño astral en un mundo oscuro llamado The Further gracias a un demonio que intenta poseerlo. Y de hecho, como un giro de último minuto, es en realidad a Josh a quien ha perseguido dicho demonio por décadas.

Oportunamente, la secuela comienza con un flashback de la infancia de Josh y su primer encuentro con la hipnotizadora y medium Elise, quien parecía morir al ser estrangulada por las manos de Josh en los momentos finales de la primera película. Con esta nueva pieza del rompecabezas en su lugar, volvemos al presente, continuando exactamente donde la cinta anterior nos dejó.

Buscando tener un nuevo comienzo, los Lambert han hecho las maletas y se han mudado con la madre de Josh, Lorraine, quien vive en una casa de aire victoriano que necesita reparaciones y que permite a la imaginación de Wan funcionar salvajemente. Pronto se hace evidente que los Lambert no han llegado solos.

En la primera Insidious, se sentía en muchas ocasiones como un tributo a El Resplandor, con un niño superdotado capaz de comunicarse con los muertos y su secuela continúa este homenaje con el aparentemente respetable Josh siendo cada vez menos él mismo y posiblemente convirtiéndose en algo bastante peligroso. Eso, junto con la aparición de algunos invitados no deseados en la casa, hacen que Lorraine traiga de vuelta a los compañeros de trabajo de Elise, Specks y Tucker. Eventualmente se les une otra persona del pasado, el investigador de lo paranormal Carl, quien inicialmente investigó el caso de los Lambert al lado de Elise todos estos años.

De nuevo, Wan nos presenta una buena historia de fantasmas, poblada por muchos espíritus inquietos que terminaron mal su tiempo entre los vivos, una madre que sólo Norman Bates podría amar, y un poco de lírica de viajes en el tiempo. Wan es un artista ingeniosamente mezclado con el guionista Leigh Whannell, asaltando libremente nuestro almacén colectivo de recuerdos de películas de terror, con formas inesperadamente frescas. 

Incluso su propio trabajo está en juego, ya que El Conjuro en muchos aspectos se parecía a un periodo de inversión de papeles de Insidious, con Patrick Wilson como cazador de fantasmas en lugar de ser él el afectado. Pero donde tantas secuelas parecen meros remakes de sus predecesores, con presupuestos más grandes y menos imaginación, el capítulo 2 de Insidious se siente como una verdadera continuación de personajes que disfrutamos conociendo la primera vez, y a los que no nos importa ver de nuevo.

Si Wan es mejor que la mayoría de los directores del género de terror, la verdad es que es aún más prodigioso con los objetos inanimados misteriosamente poseídos, dando a la audiencia unos buenos escalofríos con cada rechinido de puerta, con los candelabros balanceándose y con la estática de los radiotransmisores. Realmente entiende el valor espeluznante e innato de las antigüedades y de cualquier cosa asociada con la infancia, ese pasado irrecuperable.

Trabajando de nuevo con el director de fotografía John Leonetti, Wan logra obtener un arte misterioso con un estabilizador de cámara rodeando lentamente a un sujeto o a un objeto. El diseñador de sonido y editor Joe Dzuban también merece recibir elogios por su inestimable contribución a la atmósfera penetrante e inquietante de la película. 


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lunes, 21 de octubre de 2013

Crítica: Gravedad

Gravedad es una celebración del placer primario de las películas. Nos muestra cosas que nunca antes hemos visto, nos transporta fuera del cine y de nuestra cabeza, y nos engaña haciéndonos creer que lo que está pasando en la pantalla en realidad nos está sucediendo a nosotros. Esta película, la cual le tomó cinco años al director Alfonso Cuarón crear, es tan grande técnicamente como Avatar. Pero Gravedad es más cercana en espíritu a Titanic, siendo un espectáculo de grandes proporciones en donde un par de personas luchan por sobrevivir.

En Gravedad, dos astronautas interpretados por Sandra Bullock y George Clooney, terminan flotando en el espacio exterior, cada uno aferrándose del otro por sus vidas. Clooney es el veterano experimentado quien constantemente está bromeando con el control en tierra de la NASA. Por su parte, para Bullock, ésta es su primer misión en el espacio como científica y su labor es la de reparar algunas partes descompuestas del telescopio Hubble, siempre nerviosa, inexperimentada, pero a la vez asombrada.

A pesar de que los trailers de la película utilizaban efectos de sonido, Gravedad se adhiere a las leyes de la ciencia, representando el espacio exterior como un vacío silencioso. Cuarón depende mucho de la música, así como lo hizo Stanley Kubrick con 2001: A Space Odyssey. Pero la música creada por Steven Price no es solo complemento a las imágenes alucinantes de la película, sino un elemento crítico que no solo sale de la pantalla sino de nuestro alrededor.

Esto ayuda a meternos mucho más de lleno en la película, sobretodo cuando escombros que viajan a toda velocidad destruyen el telescopio en una gran explosión sin sonido. Nuestros ojos se toman un momento para procesar lo que está pasando, ya que las señales sonoras normales no están ahí para guiarnos. Este efecto es sorprendente y aterrador, y es el primero de muchos triunfos de la película.

Gravedad, la cual Cuarón escribió junto con su hijo Jonás, nunca descansa después de la catástrofe inicial. La tensión es implacable. Bullock queda volando por el espacio y su suministro de oxígeno se está agotando. Clooney sigue siendo capaz de navegar con su mochila propulsora, pero se está quedando sin combustible. Los escombros que causaron el primer accidente todavía están orbitando el planeta, dando vueltas para causar más estragos cuando menos te lo esperas, justo como el tiburón de Jaws.

Aunque Gravedad es un entretenimiento desenfadado, la película también se convierte en una reflexión existencial sobre el instinto humano para sobrevivir. Bullock no tiene a nadie esperando a su regreso a la Tierra. Se ha dedicado por completo a su trabajo con el fin de evitar una depresión paralizante. Y ahora, sin esperanza concebible para el rescate debido a que la comunicación con el control de tierra se ha ido, hay una gran tentación de flotar en una muerte tranquila. Pero también existe el terror: nuestro miedo innato a la muerte es el motivador más fuerte de todos y la supervivencia no va a ser fácil.

La película tiene una duración de 90 minutos y se desenvuelve a algo cercano al tiempo real. El director de fotografía, Emmanuel Lubezki, que ha filmado casi la totalidad de las películas de Cuarón, hace cosas mágicas con su cámara, la cual flota ingrávida a través de la película al igual que sus personajes y a veces nos da una visión en primera persona de los astronautas para ver exactamente lo que pasa a través de sus ojos, todo ello sin cortes visibles. Gran parte de la historia de Gravedad es contada por medio de tomas largas que parecen ser ininterrumpidas, pero Cuarón utiliza la técnica de edición para acercarnos al drama, tal y como lo hizo durante la sorprendente persecución de coches en Children of Men.

Por todas sus maravillas visuales, Gravedad es una película que merece ser vista en 3D y en la pantalla de cine más grande que encuentren. Bullock es el arma secreta de la película, anclándola con una tristeza y vulnerabilidad que nunca ha interpretado antes. De hecho su característica personalidad y carisma a la que estamos acostumbrados no es de utilidad aquí, ya que su papel la obliga a salir fuera de su zona de confort y el resultado es toda una revelación, excediendo cualquier expectativa.

Gravedad no solo deslumbra y emociona como ninguna otra película de los tiempos recientes, sino que también mueve muy bien sentimientos. Al salir del cine, con los pies bien plantados en la tierra, estarás más agradecido por la gravedad, una de las fuerzas naturales menos apreciadas por las personas, como nunca antes.

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martes, 8 de octubre de 2013

Crítica: Jobs

La nueva película biográfica, Jobs, es una sólida, informativa, entretenida y breve historia de Apple desde los ojos de su genio cofundador. En ella experimentamos treinta años de vida y los tiempos volubles de Steve Jobs, con un montón de sabores de triunfo junto con algunos toques de castigo.

Arrogante, egoísta, obsesivo, idealista, perfeccionista y quien le dio la vuelta a sus amigos, adversarios, compañeros y amantes con un pensamiento único que se ajusta a su tambaleante marcha, la película sobre Jobs sólo tiene tiempo para hacer alusión a lo que hizo el hombre, tocando brevemente sus grandes éxitos y deficiencias.

Es superficial, pero eso hace juego con la estrella de la película, Ashton Kutcher. Su reputación como un peso ligero no le repercute mucho aquí, pero la personificación, empezando con esa famosa forma de caminar, las explosiones de temperamento y el escupir e insultar a las decepciones de Steve Jobs son muy acertadas.

La película se enmarca dentro de la joya de la corona de Jobs y el retorno a la competencia de Apple con la llegada del iPod en el 2001, un dispositivo portátil de música que fue tan "revolucionario" como todos los productos que Jobs impulsó. Sin embargo, el inicio de la película nos lleva a la época en donde el creativo era conocido por ser un hippie que no sabía qué hacer con su vida y que después le interesa entrar en un mercado de algo que aún no existe. 

El director Joshua Michael Stern trabajó con un guión escrito por Matt Whitely y captura el arco triste de la historia de amor entre Jobs y el prodigio de la tecnología y la soldadura Steve Wozniak, un nerd con muchos intereses que inventó la computadora personal y que se dedicó al comercio junto con su amigo no sólo por el desafío, el dinero y la aventura, sino para tener la oportunidad de pasar el rato con el chico más genial que jamás conoció.

Jobs detallas las extrañas dietas, los autos rápidos y la Bob Dylan-mania de su héroe, pero en realidad nunca escarba bajo la piel de su etapa en el orfanato y de su deseo de aceptación. Entendemos su pasión por el diseño, pero sus momentos más emocionantes como darse cuenta de que los reproductores de CD portátiles son basura y la revelación del comercial para TV de la Macintosh en 1984, realmente se sienten muy insípidos.

La película también toca el tema pero no profundiza en la hija rechazada de Jobs por la mayor parte de su vida. Sí, nombra al proyecto problemático Lisa por ella, pero sólo maduró lo suficiente como para aceptarla mucho más tarde en su vida. Y la historia en la cinta termina justo antes de su último gran acto de obstinación, donde dependió de una dieta y de medicina alternativa inefectiva para luchar contra un cáncer perfectamente tratable.

Al final, Jobs se convierte en una película decente pero apresurada y de hecho hubiéramos preferido que el equipo de producción hubiera enfocado mejor sus esfuerzos en crear una miniserie de televisión sobre la vida de este personaje. Lo más probable es que los fans de Apple prefieran esperar a la película de Steve Jobs que está escribiendo Aaron Sorkin y que estará basada en la biografía oficial de Walter Isaacson. 


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martes, 1 de octubre de 2013

Crítica: Elysium

Con Elysium, un thriller de acción ambientado en un futuro apocalíptico, el cineasta sudafricano Neill Blomkamp demuestra que él es el maestro de la alegoría política distópica. En su debut en el 2009, con District 9, utilizó una historia de ciencia ficción igualmente pesimista como una metáfora salvajemente imaginativa del pasado de la discriminación racial de su país y los artefactos de hoy en día.

Elysium no trae ese mismo impacto sorprendente y su agenda política es mucho más torpe, pero Blomkamp muestra que, junto a los contemporáneos tales como Rian Johnson y Duncan Jones, es parte de una generación innovadora para dar nueva vida a un género de larga tradición.

Llevándose a cabo en el año 2154, Elysium toma lugar en un Los Ángeles contaminado, sobrepoblado, controlado por intereses corporativos y robopolicías implacables, y donde un exconvicto llamado Max (Matt Damon) trabaja en una fábrica encargada de crear a los robots que funcionan como sirvientes a los humanos más poderosos y ricos.

Con la cabeza rapada y su cuerpo cubierto de tatuajes, el protagonista es enviado en una misión a Elysium, un complejo satelital de elite que sirve para que los más ricos tengan una vida de lujo fuera del desastre en el que se ha convertido la Tierra, para curarse de la radiación a la que fue expuesto en su trabajo.

Como era de esperarse, la actitud dura de Max se quiebra después de tener un reencuentro con su amor de niño, Frey, interpretado por Alice Braga, aunque una vez que está equipado con una armadura computarizada después de una secuencia horriblemente gráfica ambientada en un desguazadero humano, Max se convierte en una especie de súper antihéroe que promete traer la riqueza, la serenidad y las cápsulas curativas para todos los sistemas de atención de salud de las masas apiñadas de la Tierra.

Para lograr esto, deberá conquistar a la reina de hielo de Elysium, me refiero a la secretaria de la defensa del complejo, interpretada por Jodie Foster y quien tiene un acento que no acaba de determinarse a qué idioma pertenece, y de paso, acabar con su sirviente más leal llamado Kruger, interpretado por la estrella de District 9, Sharlto Copley, quien cuenta con algunos toques de ingenio mezquinos.

Nada en la película se compara con la fascinación de su premisa y sus diez minutos iniciales. Sin embargo, una vez que la narrativa comienza a desenvolverse, la cinta comienza a perder un poco de su calidad distintiva. Por ejemplo, a mí me hubiera gustado conocer más sobre la vida cotidiana del día a día en la colonia elitista, pero de manera frustrante, es realmente poco lo que se muestra de ello y el énfasis está más en la batalla de Max con los antagonistas.

Afortunadamente, lo anterior se compensa con los asombrosos efectos especiales, aunque hay algunos momentos que son difíciles para la vista debido a lo gráficos que son, como por ejemplo, el momento de la explosión de una granada en el rostro. Aún así, la película logra encontrar un buen equilibrio de destrucción y batallas cuerpo a cuerpo para que sea más digerible.

Al final de cuentas, estamos ante una buena película de acción y de ciencia ficción, a pesar de la mala actuación de Jodie Foster que se ve compensada por el buen papel que hace Matt Damon. Realmente vale bastante la pena verla, sobretodo aquellos amantes de los videojuegos, ya que seguro reconocerán muchos elementos tomados de la saga de Halo que les pondrán una sonrisa en el rostro.

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martes, 24 de septiembre de 2013

Crítica: No Se Aceptan Devoluciones

Es imposible que alguien en México, e incluso en América Latina, no conozca a Eugenio Derbez. El comediante se ha sabido ganar a la gente a lo largo de los años gracias a sus shows de televisión y en sus apariciones en diversos programas de este medio de comunicación, y ahora llega con una película en la que funge como director y actor al mismo tiempo.

Hace algunos años, Derbez comenzó a escribir un guión que lo ayudaría a lanzarse en el mercado estadounidense del cine. Fueron doce años de trabajo, pero después de muchas altas y bajas para sacar adelante su proyecto, finalmente su película ya se encuentra en las salas de todo nuestro país y el resultado es un éxito que muchos no esperaban.

No se Aceptan Devoluciones es la historia de Valentin, un mujeriego de Acapulco que le tiene miedo al compromiso y que usa la misma técnica con todas sus damas para conquistarlas al decirles que las ama porque son diferentes. Ése es su estilo, pero veinte meses después, una mujer estadounidense de nombre Julie llega a su puerta con una caja de sorpresas. 

Ella le recuerda a nuestro protagonista que hace un año y medio fue su "eterno amor", mientras en sus brazos sostiene a una recién nacida que, según Julie, es hija de Valentín. Minutos más tarde, ella escapa de la escena dejándole encargada la bebé a Valentín mientras supuestamente va a pagar el taxi.

El nombre de la niña es Maggie, y lo quiera o no, Valentín ha pasado de convertirse de un conquistador a un padre. Sin embargo, meses después, decide ir a buscar a la madre de Maggie, cuyo único rastro que tiene de ella es una foto en donde se ve que se encuentra en un hotel de Los Ángeles, por lo que decide ir hasta allá, aunque sea de mojado, ya que como era de suponerse, no tiene Visa para saltar legalmente la frontera.

Después de una serie de eventos un poco desafortunados, Valentín y Maggie llegan al hotel donde supuestamente se encontraba trabajando Julie, pero en su búsqueda, la bebé logra gatear hasta la alberca, por lo que, Valentín, observando dicha escena desde el último piso del hotel, decide saltar para rescatarla. Gracias a esta hazaña, logra convertirse en doble de cine, lo que le permite darle una buena vida a Maggie en años posteriores. 

Lo que hace a la película divertida es ver cómo la relación entre padre e hija se desarrolla frente a nuestros ojos. Con sus modos mujeriegos de tratar la vida, Valentín toma la responsabilidad de ser un buen padre y usa su paga como doble de cine como un medio para educar a su hija a quien ha llegado a amar más de lo que jamás podría haberse imaginado.

El humor en general es suave y bastante digerible. De hecho, a lo largo de toda la cinta hay muchísimas referencias de los personajes que hicieron famoso a Derbez en sus programas de televisión, lo cual trae un poco de nostalgia para todos los que lo han seguido a través de los años. Aún así, hay otras ocasiones en donde el humor es un poco más ingenioso. Por ejemplo, Valentín escribe con su propia mano, una serie de cartas a su hija pretendiendo que es su madre y en donde justifica su ausencia con excusas como que está liberando a Willy, encontrando a Nemo e incluso salvado al soldado Ryan.

En general, Derbez se siente como un actor cómico sumamente agradable que infunde un sentido natural de la alegría, sobretodo en los momentos que comparte escena con la joven Loreto Peralta, quien, a la edad de siete años, podría pasar como la hermana menor de Kristen Bell. La historia es obvia y convencional, con algunas pequeñas sorpresas aquí y allá (el final te dejará con un nudo en la garganta), pero es innegablemente divertido ver cómo es que padre e hija crecen juntos. 


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martes, 10 de septiembre de 2013

Crítica: La Caída de la Casa Blanca

No se puede pedir una película palomera de Verano más entretenida que La Caída de la Casa Blanca. Esta cinta la protoganizan Channing Tatum, quien es bastante conocido por haber estado en algunos filmes de acción como G.I. Joe, y Jamie Foxx, quien interpreta al presidente de los Estados Unidos en una especie de extraña parodia de Barack Obama.

La Caída de la Casa Blanca fue dirigida por Roland Emmerich. Seguro que a muchos les sonará el nombre, ya que él estuvo detrás de películas como El Día Después de Mañana, la versión de 1998 de Godzilla, 2012 e incluso Día de la Independencia, de la cual hay una pequeña parodia en esta nueva cinta con un tour bastante divertido por la casa presidencial estadounidense.

El papel de Tatum es el de un policía llamado John Cale, quien, para demostrarle a su hija lo mucho que la quiere (que por cierto cabe mencionar que es una pequeña obsesionada con la política de Estados Unidos), logra obtener pases para una visita guiada por la Casa Blanca, además de una entrevista con el Servicio Secreto, ya que también desea pertenecer al grupo que se encarga de proteger al presidente.

Sin embargo, las cosas no salen bien en la entrevista y es rechazado, aunque afortunadamente para Cale, obtiene una segunda oportunidad de demostrar su valía cuando un grupo de terroristas ha logrado introducir un cargamento de armas y explosivos a la Casa Blanca para lograr capturar al presidente y así obtener algo que más adelante sabemos qué es.

Después de varias escenas de tiroteos, Cale y el presidente terminan escapando juntos. Pero la cosa no es fácil, ya que la hija del héroe de guerra de Afganistán ha sido tomada como rehén y las intenciones de Cale lo hacen no salir de la casa presidencial hasta recuperar a su hija, la cual con su celular ha logrado subir videos a YouTube de los terroristas y que la ponen más en peligro cuando éstos descubren lo que ha hecho.

Hay muchas escenas cómicas en la película que quizás están de más y que le quitan un poco de seriedad, pero hay otras que encajan a la perfección, sobretodo aquellas relacionadas con el nulo entrenamiento militar con el que cuenta el presidente y que lo ponen en situaciones que le harán dudar de haber querido dirigir al país desde un principio.

A pesar de que la película tarda en arrancar, pasados los primeros 30 minutos la acción comienza de lleno y no para sino hasta el final. Quizás no sea el filme que mejor represente el trabajo que se realiza en la vida real en la Casa Blanca o el conflicto que tal vez siempre exista con los terroristas, pero al menos la película cumple con su propósito inicial de que pasemos un buen rato tratando de desenmarañar el conflicto que en ella se nos presenta. 


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viernes, 30 de agosto de 2013

Crítica: El Conjuro

Las historias de terror son para asustar, pero cuando te enteras de que fueron sucesos reales, el factor miedo aumenta considerablemente. Basada en los investigadores de los sobrenatural, Ed y Lorraine Warren, El Conjuro cuenta la historia de una familia aterrorizada por una presencia maligna en su nueva casa.

La familia Perron se muda a una granja destartalada en el campo de Harrisville en Rhode Island, y pronto la madre, de nombre Carolyn, y sus cinco hijas comienzan a presenciar actividad paranormal en ella; y como en todas las demás historias de terror, ésta también se inicia en el sótano.

Todos los relojes de la casa dejan de funcionar misteriosamente a las 3:07 AM y las niñas comienzan a ver y a sentir una presencia fantasmal, mientras que la madre empieza a descubrir moretones inexplicables en su cuerpo cada mañana. La familia completa siente una presencia escalofriante y muy pronto se convierten en víctimas de su violencia. Cuando se vuelve insoportable, deciden acercarse a los Warren: Ed, el demonólogo, y Lorraine, la clarividente.

El Conjuro fue dirigida por el cineasta malasio James Wan, conocido por su famosa serie de películas de Saw, pero por suerte, este filme no tiene nada que ver con ellas y tampoco hereda ese toque tan grotesco que las caracteriza. Sí, las escenas gráficas existen, pero son mínimas y no aparecen sino hasta el final de la película. 

A pesar de que la dirección es uno de sus puntos fuertes, la película es eficaz debido a sus transiciones repentinas de sonido combinadas con la música atonal. Además de eso, la cinta se alimenta del miedo de los espectadores por lo desconocido. Es en estos momentos cuidadosamente elaborados que los espectadores, o bien aprietan las manos de sus compañeros, suspiran involuntariamente, o rompen en una carcajada nerviosa.

La otra cosa notable sobre la película es la actuación de las dos actrices principales: Vera Farmiga (Lorraine Warren) y Lili Taylor (Carolyn Perron). Mientras una reasegura su presencia calmada, la otra pasa por miedo, pánico y delirio. Con un reparto relativamente poco conocido, es una sorpresa que la película sea una producción de Warner Bros.

Hay, por supuesto, fantasmas del pasado de películas como Actividad Paranormal, Chucky y El Exorcista, pero no le restan importancia a la cinta. El final, aunque previsible, es impactante y parece no tener fin, dejándote bastante agotado y sugestionado cuando sales de la sala. 


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