martes, 29 de octubre de 2013

Crítica: Insidious: Chapter 2

Con la ayuda de su más reciente película de terror, El Conjuro, la cual sigue asustando a muchas personas en algunas salas de cine, James Wan regresa con dos horas más de sustos con Insidious: Chapter 2, la secuela de la película de bajo presupuesto del 2011 que dejará a los fans del género pidiendo más. Y en efecto, con una conclusión inteligente que sugiere que la franquicia podría continuar sin la participación de las estrellas Patrick Wilson y Rose Byrne, no hay razón para dudar que Insidious pueda rivalizar con las propias películas de Saw de Wan para tener una buena longevidad.

Si algo hemos aprendido de las pasadas películas de Wan, es que los espíritus malignos persiguen a las personas y no se quedan en una casa en específico. En la primera película de Insidious, la persona que resulta afectada es Dalton Lambert, hijo de Josh y Renai, quien entró en un coma profundo después de que su alma se perdiera en un sueño astral en un mundo oscuro llamado The Further gracias a un demonio que intenta poseerlo. Y de hecho, como un giro de último minuto, es en realidad a Josh a quien ha perseguido dicho demonio por décadas.

Oportunamente, la secuela comienza con un flashback de la infancia de Josh y su primer encuentro con la hipnotizadora y medium Elise, quien parecía morir al ser estrangulada por las manos de Josh en los momentos finales de la primera película. Con esta nueva pieza del rompecabezas en su lugar, volvemos al presente, continuando exactamente donde la cinta anterior nos dejó.

Buscando tener un nuevo comienzo, los Lambert han hecho las maletas y se han mudado con la madre de Josh, Lorraine, quien vive en una casa de aire victoriano que necesita reparaciones y que permite a la imaginación de Wan funcionar salvajemente. Pronto se hace evidente que los Lambert no han llegado solos.

En la primera Insidious, se sentía en muchas ocasiones como un tributo a El Resplandor, con un niño superdotado capaz de comunicarse con los muertos y su secuela continúa este homenaje con el aparentemente respetable Josh siendo cada vez menos él mismo y posiblemente convirtiéndose en algo bastante peligroso. Eso, junto con la aparición de algunos invitados no deseados en la casa, hacen que Lorraine traiga de vuelta a los compañeros de trabajo de Elise, Specks y Tucker. Eventualmente se les une otra persona del pasado, el investigador de lo paranormal Carl, quien inicialmente investigó el caso de los Lambert al lado de Elise todos estos años.

De nuevo, Wan nos presenta una buena historia de fantasmas, poblada por muchos espíritus inquietos que terminaron mal su tiempo entre los vivos, una madre que sólo Norman Bates podría amar, y un poco de lírica de viajes en el tiempo. Wan es un artista ingeniosamente mezclado con el guionista Leigh Whannell, asaltando libremente nuestro almacén colectivo de recuerdos de películas de terror, con formas inesperadamente frescas. 

Incluso su propio trabajo está en juego, ya que El Conjuro en muchos aspectos se parecía a un periodo de inversión de papeles de Insidious, con Patrick Wilson como cazador de fantasmas en lugar de ser él el afectado. Pero donde tantas secuelas parecen meros remakes de sus predecesores, con presupuestos más grandes y menos imaginación, el capítulo 2 de Insidious se siente como una verdadera continuación de personajes que disfrutamos conociendo la primera vez, y a los que no nos importa ver de nuevo.

Si Wan es mejor que la mayoría de los directores del género de terror, la verdad es que es aún más prodigioso con los objetos inanimados misteriosamente poseídos, dando a la audiencia unos buenos escalofríos con cada rechinido de puerta, con los candelabros balanceándose y con la estática de los radiotransmisores. Realmente entiende el valor espeluznante e innato de las antigüedades y de cualquier cosa asociada con la infancia, ese pasado irrecuperable.

Trabajando de nuevo con el director de fotografía John Leonetti, Wan logra obtener un arte misterioso con un estabilizador de cámara rodeando lentamente a un sujeto o a un objeto. El diseñador de sonido y editor Joe Dzuban también merece recibir elogios por su inestimable contribución a la atmósfera penetrante e inquietante de la película. 


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lunes, 21 de octubre de 2013

Crítica: Gravedad

Gravedad es una celebración del placer primario de las películas. Nos muestra cosas que nunca antes hemos visto, nos transporta fuera del cine y de nuestra cabeza, y nos engaña haciéndonos creer que lo que está pasando en la pantalla en realidad nos está sucediendo a nosotros. Esta película, la cual le tomó cinco años al director Alfonso Cuarón crear, es tan grande técnicamente como Avatar. Pero Gravedad es más cercana en espíritu a Titanic, siendo un espectáculo de grandes proporciones en donde un par de personas luchan por sobrevivir.

En Gravedad, dos astronautas interpretados por Sandra Bullock y George Clooney, terminan flotando en el espacio exterior, cada uno aferrándose del otro por sus vidas. Clooney es el veterano experimentado quien constantemente está bromeando con el control en tierra de la NASA. Por su parte, para Bullock, ésta es su primer misión en el espacio como científica y su labor es la de reparar algunas partes descompuestas del telescopio Hubble, siempre nerviosa, inexperimentada, pero a la vez asombrada.

A pesar de que los trailers de la película utilizaban efectos de sonido, Gravedad se adhiere a las leyes de la ciencia, representando el espacio exterior como un vacío silencioso. Cuarón depende mucho de la música, así como lo hizo Stanley Kubrick con 2001: A Space Odyssey. Pero la música creada por Steven Price no es solo complemento a las imágenes alucinantes de la película, sino un elemento crítico que no solo sale de la pantalla sino de nuestro alrededor.

Esto ayuda a meternos mucho más de lleno en la película, sobretodo cuando escombros que viajan a toda velocidad destruyen el telescopio en una gran explosión sin sonido. Nuestros ojos se toman un momento para procesar lo que está pasando, ya que las señales sonoras normales no están ahí para guiarnos. Este efecto es sorprendente y aterrador, y es el primero de muchos triunfos de la película.

Gravedad, la cual Cuarón escribió junto con su hijo Jonás, nunca descansa después de la catástrofe inicial. La tensión es implacable. Bullock queda volando por el espacio y su suministro de oxígeno se está agotando. Clooney sigue siendo capaz de navegar con su mochila propulsora, pero se está quedando sin combustible. Los escombros que causaron el primer accidente todavía están orbitando el planeta, dando vueltas para causar más estragos cuando menos te lo esperas, justo como el tiburón de Jaws.

Aunque Gravedad es un entretenimiento desenfadado, la película también se convierte en una reflexión existencial sobre el instinto humano para sobrevivir. Bullock no tiene a nadie esperando a su regreso a la Tierra. Se ha dedicado por completo a su trabajo con el fin de evitar una depresión paralizante. Y ahora, sin esperanza concebible para el rescate debido a que la comunicación con el control de tierra se ha ido, hay una gran tentación de flotar en una muerte tranquila. Pero también existe el terror: nuestro miedo innato a la muerte es el motivador más fuerte de todos y la supervivencia no va a ser fácil.

La película tiene una duración de 90 minutos y se desenvuelve a algo cercano al tiempo real. El director de fotografía, Emmanuel Lubezki, que ha filmado casi la totalidad de las películas de Cuarón, hace cosas mágicas con su cámara, la cual flota ingrávida a través de la película al igual que sus personajes y a veces nos da una visión en primera persona de los astronautas para ver exactamente lo que pasa a través de sus ojos, todo ello sin cortes visibles. Gran parte de la historia de Gravedad es contada por medio de tomas largas que parecen ser ininterrumpidas, pero Cuarón utiliza la técnica de edición para acercarnos al drama, tal y como lo hizo durante la sorprendente persecución de coches en Children of Men.

Por todas sus maravillas visuales, Gravedad es una película que merece ser vista en 3D y en la pantalla de cine más grande que encuentren. Bullock es el arma secreta de la película, anclándola con una tristeza y vulnerabilidad que nunca ha interpretado antes. De hecho su característica personalidad y carisma a la que estamos acostumbrados no es de utilidad aquí, ya que su papel la obliga a salir fuera de su zona de confort y el resultado es toda una revelación, excediendo cualquier expectativa.

Gravedad no solo deslumbra y emociona como ninguna otra película de los tiempos recientes, sino que también mueve muy bien sentimientos. Al salir del cine, con los pies bien plantados en la tierra, estarás más agradecido por la gravedad, una de las fuerzas naturales menos apreciadas por las personas, como nunca antes.

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martes, 8 de octubre de 2013

Crítica: Jobs

La nueva película biográfica, Jobs, es una sólida, informativa, entretenida y breve historia de Apple desde los ojos de su genio cofundador. En ella experimentamos treinta años de vida y los tiempos volubles de Steve Jobs, con un montón de sabores de triunfo junto con algunos toques de castigo.

Arrogante, egoísta, obsesivo, idealista, perfeccionista y quien le dio la vuelta a sus amigos, adversarios, compañeros y amantes con un pensamiento único que se ajusta a su tambaleante marcha, la película sobre Jobs sólo tiene tiempo para hacer alusión a lo que hizo el hombre, tocando brevemente sus grandes éxitos y deficiencias.

Es superficial, pero eso hace juego con la estrella de la película, Ashton Kutcher. Su reputación como un peso ligero no le repercute mucho aquí, pero la personificación, empezando con esa famosa forma de caminar, las explosiones de temperamento y el escupir e insultar a las decepciones de Steve Jobs son muy acertadas.

La película se enmarca dentro de la joya de la corona de Jobs y el retorno a la competencia de Apple con la llegada del iPod en el 2001, un dispositivo portátil de música que fue tan "revolucionario" como todos los productos que Jobs impulsó. Sin embargo, el inicio de la película nos lleva a la época en donde el creativo era conocido por ser un hippie que no sabía qué hacer con su vida y que después le interesa entrar en un mercado de algo que aún no existe. 

El director Joshua Michael Stern trabajó con un guión escrito por Matt Whitely y captura el arco triste de la historia de amor entre Jobs y el prodigio de la tecnología y la soldadura Steve Wozniak, un nerd con muchos intereses que inventó la computadora personal y que se dedicó al comercio junto con su amigo no sólo por el desafío, el dinero y la aventura, sino para tener la oportunidad de pasar el rato con el chico más genial que jamás conoció.

Jobs detallas las extrañas dietas, los autos rápidos y la Bob Dylan-mania de su héroe, pero en realidad nunca escarba bajo la piel de su etapa en el orfanato y de su deseo de aceptación. Entendemos su pasión por el diseño, pero sus momentos más emocionantes como darse cuenta de que los reproductores de CD portátiles son basura y la revelación del comercial para TV de la Macintosh en 1984, realmente se sienten muy insípidos.

La película también toca el tema pero no profundiza en la hija rechazada de Jobs por la mayor parte de su vida. Sí, nombra al proyecto problemático Lisa por ella, pero sólo maduró lo suficiente como para aceptarla mucho más tarde en su vida. Y la historia en la cinta termina justo antes de su último gran acto de obstinación, donde dependió de una dieta y de medicina alternativa inefectiva para luchar contra un cáncer perfectamente tratable.

Al final, Jobs se convierte en una película decente pero apresurada y de hecho hubiéramos preferido que el equipo de producción hubiera enfocado mejor sus esfuerzos en crear una miniserie de televisión sobre la vida de este personaje. Lo más probable es que los fans de Apple prefieran esperar a la película de Steve Jobs que está escribiendo Aaron Sorkin y que estará basada en la biografía oficial de Walter Isaacson. 


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martes, 1 de octubre de 2013

Crítica: Elysium

Con Elysium, un thriller de acción ambientado en un futuro apocalíptico, el cineasta sudafricano Neill Blomkamp demuestra que él es el maestro de la alegoría política distópica. En su debut en el 2009, con District 9, utilizó una historia de ciencia ficción igualmente pesimista como una metáfora salvajemente imaginativa del pasado de la discriminación racial de su país y los artefactos de hoy en día.

Elysium no trae ese mismo impacto sorprendente y su agenda política es mucho más torpe, pero Blomkamp muestra que, junto a los contemporáneos tales como Rian Johnson y Duncan Jones, es parte de una generación innovadora para dar nueva vida a un género de larga tradición.

Llevándose a cabo en el año 2154, Elysium toma lugar en un Los Ángeles contaminado, sobrepoblado, controlado por intereses corporativos y robopolicías implacables, y donde un exconvicto llamado Max (Matt Damon) trabaja en una fábrica encargada de crear a los robots que funcionan como sirvientes a los humanos más poderosos y ricos.

Con la cabeza rapada y su cuerpo cubierto de tatuajes, el protagonista es enviado en una misión a Elysium, un complejo satelital de elite que sirve para que los más ricos tengan una vida de lujo fuera del desastre en el que se ha convertido la Tierra, para curarse de la radiación a la que fue expuesto en su trabajo.

Como era de esperarse, la actitud dura de Max se quiebra después de tener un reencuentro con su amor de niño, Frey, interpretado por Alice Braga, aunque una vez que está equipado con una armadura computarizada después de una secuencia horriblemente gráfica ambientada en un desguazadero humano, Max se convierte en una especie de súper antihéroe que promete traer la riqueza, la serenidad y las cápsulas curativas para todos los sistemas de atención de salud de las masas apiñadas de la Tierra.

Para lograr esto, deberá conquistar a la reina de hielo de Elysium, me refiero a la secretaria de la defensa del complejo, interpretada por Jodie Foster y quien tiene un acento que no acaba de determinarse a qué idioma pertenece, y de paso, acabar con su sirviente más leal llamado Kruger, interpretado por la estrella de District 9, Sharlto Copley, quien cuenta con algunos toques de ingenio mezquinos.

Nada en la película se compara con la fascinación de su premisa y sus diez minutos iniciales. Sin embargo, una vez que la narrativa comienza a desenvolverse, la cinta comienza a perder un poco de su calidad distintiva. Por ejemplo, a mí me hubiera gustado conocer más sobre la vida cotidiana del día a día en la colonia elitista, pero de manera frustrante, es realmente poco lo que se muestra de ello y el énfasis está más en la batalla de Max con los antagonistas.

Afortunadamente, lo anterior se compensa con los asombrosos efectos especiales, aunque hay algunos momentos que son difíciles para la vista debido a lo gráficos que son, como por ejemplo, el momento de la explosión de una granada en el rostro. Aún así, la película logra encontrar un buen equilibrio de destrucción y batallas cuerpo a cuerpo para que sea más digerible.

Al final de cuentas, estamos ante una buena película de acción y de ciencia ficción, a pesar de la mala actuación de Jodie Foster que se ve compensada por el buen papel que hace Matt Damon. Realmente vale bastante la pena verla, sobretodo aquellos amantes de los videojuegos, ya que seguro reconocerán muchos elementos tomados de la saga de Halo que les pondrán una sonrisa en el rostro.

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