lunes, 2 de diciembre de 2013

Crítica: Captain Phillips

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De vez en cuando escuchamos en las noticias historias de piratas en los altos mares, las cuales casi siempre evocan la misma pregunta: ¿aún existen piratas en el mundo actual? La realidad es que sí y en la nueva película de Paul Greengrass, Captain Phillips, aprendemos un poco de cómo son y por qué y cómo hacen lo que hacen.

La historia de la película está basada en el secuestro de la vida real del barco Maersk Alabama que tuvo lugar en el 2009 y en las memorias de Richard Phillips, su capitán. Tom Hanks es excepcional en este papel y nos muestra una actuación muy diferente de aquellos roles en los que estamos acostumbrados a verlo.

Sean cuales sean las explicaciones políticas y la resonancia emocional a la que Greengrass está apuntando, Captain Phillips es más que nada una impresionante historia de aventura marítima. La película comienza con Phillips preparándose para zarpar; estará viajando desde Omán hasta Mombasa, Kenia. Él y su tripulación saben que existe la posibilidad de ser víctima de la piratería, de hecho están entrenados para ello, pero parece una amenaza de bajo nivel, sólo otra casilla más para marcar mientras se preparan.

Sin embargo, Phillips es un hombre tranquilo que no convive mucho con la tripulación. Para él todo se trata de trabajar y nunca charla con los demás hombres del barco mientras éstos disfrutan de su descanso. De hecho, cuando cree que ya se han relajado lo suficiente, los manda de vuelta a trabajar, de una forma directa y sin rodeos.

Después Greengrass nos lleva a Somalia, donde una clase diferente de preparación se está llevando a cabo. Un caudillo militar local que, obviamente aterroriza a los habitantes del pueblo, llega y le reclama a la gente, diciéndoles que necesitan obtener más dinero, y apoderándose de algunos barcos es la manera de hacerlo. Su comportamiento, y sus matones, dejan bien en claro que esto no es una negociación sino una orden.

Así que un hombre llamado Muse (Barkhad Abdi) y otros se dirigen al mar en frágiles lanchas de motor, buscando una embarcación que pudieran robar. Cuando descubren el Maersk Alabama, creen que se han ganado la lotería y después de mucho estira y afloja, logran subir al barco y exigirle dinero a Phillips y a la tripulación. Es casi surrealista ver a estos cuatro hombres bien armados tomando el control del buque.

Al parecer nuestra tarea como espectadores es establecer paralelismos entre Phillips y Muse. Ambos son capitanes de una tripulación con la que no están relacionados y los dos están buscando tener el control. Es un concepto interesante, pero los acontecimientos conspiran para empujarlo a un segundo plano. Sin ir muy lejos, en el último tercio de la película, la Marina de Estados Unidos y sus equipos SEAL son llamados a la acción.

De nuevo, parece una situación del tipo David contra Goliat y en algunos aspectos la es, aunque involucra más que dominar al oponente. Se necesita estrategia, paciencia y una inmensa concentración. Aquí, al igual que representa la razón por la que los somalíes recurren a la piratería, Greengrass nos muestra por qué las cosas suceden de la manera en que lo hacen. Las soluciones fáciles son raramente tan simples como nos imaginamos.

Hanks brilla como el reservado Phillips, sin ningún encanto de sus tradicionales papeles de chico bueno. Y en una escena al final, otra vez sin echar a perder las cosas, su actuación es simplemente asombrosa. Abdi es también fantástico; Muse no es sólo un matón sin sentido, es un hombre atormentado que es empujado a una situación desesperada.

Greengrass trae la urgencia de las películas de Bourne que dirigió a las actuaciones de su nueva cinta, con cámaras de mano que se suman a la inmediatez. Esto es particularmente efectivo cuando la acción se desplaza a un escenario más claustrofóbico. La aventura del Capitán Phillips no está destinada a ser viento en popa, pero en general, es un viaje que vale mucho la pena compartir con él.

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