domingo, 2 de febrero de 2014

Crítica: El Heredero del Diablo

Share it Please
Lo mejor que se puede decir de El Heredero del Diablo es que, a diferencia de tantos proyectos baratos de la temporada baja, sus creadores al menos parecen respetar las costumbres e historia del género. Tomando como base a Rosemary’s Baby, que bien podría contar como un remake, la película gasta mucho esfuerzo construyendo algunas escenas de delirio y determinando concretamente la logística de su estilo de cámara al más puro estilo de La Bruja de Blair. Sin embargo, ofrece muy poco en términos de sustos reales o personajes cautivadores, y mucho menos en el aspecto de ideas originales.

Los dos protagonistas de la película son unos recién casados, Zach (Zach Gilford) y Samantha (Allison Miller ), cuya luna de miel decidieron pasarla en República Dominicana. Zach es un camarógrafo empedernido, como él mismo explica a detalle en una especie de pequeño monólogo desde el principio, y con una pequeña cámara, él y Samantha se aventuran a la vida nocturna de Santo Domingo. Después de una visita desastrosa a una vidente, los dos terminan perdidos en calles desconocidas, sólo para ser rescatados por un taxista prepotente (Roger Payano) que los transporta a un club subterráneo en las afueras de la ciudad, donde proceden a ponerse borrachos al punto de desmayarse.

Despertando en su hotel sin recordar en qué acabó la fiesta, la pareja regresa a casa y Samantha pronto descubre que está embarazada. No pasa mucho tiempo para que su embarazo comience a ir en direcciones nunca imaginadas, en las que los directores, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, empiezan a lanzar escenas y elementos dignos de Roman Polanski, como el consumo de carne cruda, los peculiares regalos paganos, los accidentes de tráfico, las anomalías oculares y el nuevo obstetra espeluznante, por nombrar solo algunas.



La cinta tiene una desviación significativa de la fórmula de Polanski al cambiar la perspectiva de la futura madre con el padre y con Zach finalmente comenzando a investigar los extraños sucesos. En manos más emprendedoras, esto podría haber sido potencialmente una subversión inteligente de las actitudes comunes en los actos de comedia masculinos, impregnando todos los característicos cambios de humor femeninos con atributos verdaderamente siniestros.

El cambio en el punto de vista simplemente aleja a la cinta de la profunda paranoia que hizo a Rosemary’s Baby tan eficaz. Samantha deja de ser un personaje totalmente humano un poco después de la mitad, lo que priva en gran parte a la película de su actriz más carismática. Gilford es suficientemente tolerable, pero su personaje se dibuja en una capa tan delgada que incluso nunca conocemos cuál es su profesión.

Los baches en la trama son numerosos, pero ninguno es más irritante que la ineficiencia de Zach para ver alguno de sus videos que graba a todas horas hasta que realmente es demasiado tarde. Y a pesar de que los directores suben de intensidad para un final espeluznante, no logran construir un temor previo a estos fuegos artificiales, convirtiendo la película en un popurrí de ideas individuales interesantes que nunca logran ser coherentes a algo verdaderamente inquietante.

En un nivel técnico, El Heredero del Diablo luce y suena mejor que la mayoría de películas del mismo género. Los directores logran un buen efecto, sobretodo al ampliar gradualmente las fuentes de su material de archivo, partiendo desde una vista en primera persona y con cámara de mano, hasta recoger transmisiones de un circuito cerrado de seguridad. Las locaciones de Louisiana y República Dominicana también son bien exploradas, aunque en muchas ocasiones, las decisiones musicales son bastante extrañas, y el uso de una melodía de Brenton Wood durante los créditos finales, provoca más confusión y miradas escépticas que el giro final que le precede. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Followers

Follow The Author