domingo, 19 de enero de 2014

Crítica: About Time (Cuestión de Tiempo)

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Si viajar en el tiempo fuera posible, ¿quién de nosotros dejaría pasar la oportunidad de visitar a un familiar fallecido, corregir los errores del pasado o ayudar a alguien necesitado? ¿Quién podría resistirse a la oportunidad de alterar la historia, aunque sea un poco? About Time es una comedia romántica que trata justamente sobre eso. Si bien es de baja tecnología, ya que propone que para regresar en el tiempo sólo hace falta cerrar los ojos en un closet oscuro y apretar los puños, la película añade un elemento imaginativo a una historia conmovedora.

Domhnall Gleeson toma el papel del simpático pelirrojo Tim Lake, quien inicialmente parece no tener problema más urgente en su mente que encontrar una novia. Él viene de una familia bohemia amorosa y Bill Nighy interpreta a su padre con una ironía divertida, mientras que Lindsay Duncan hace lo suyo actuando como su madre. Tim es muy cercano a su hermana Kit Kat (Lydia Wilson) y a su amable, pero mas bien tonto y olvidadizo, tío Desmond.

Desde un principio, Tim narra a la audiencia que tuvo una infancia feliz. Y ¿por qué no? Se crió en una hermosa finca junto al mar en Cornualles, Inglaterra, al lado de una familia afectuosa. Pero las cosas no son tan despreocupadas como parecen. En el cumpleaños 21 de Tim, su padre le revela un raro secreto: todos los hombres de su familia tienen la habilidad de viajar en el tiempo. Por supuesto, Tim se burla de esta idea y de sus raíces genéticas, hasta que, entra a un armario y cierra los ojos y los puños.

Y tan rápido como una explosión, es transportado a la más reciente fiesta de Año Nuevo, en donde decide corregir el hecho de no haberse animado a besar a una chica. Sin embargo, después de una serie de eventos fallidos en asuntos amorosos, Tim hace sus maletas para irse a vivir a Londres, en donde practicará su profesión de abogado y le rentará un cuarto al dramaturgo sarcástico Harry (Tom Hollander).

Al poco tiempo, conoce a Mary (Rachel McAdams), pero, gracias a una cadena de sucesos, tiene que volverlo a hacer, aunque en esta ocasión, perfeccionando su encuentro gracias a su habilidad de viajar al pasado. Sin embargo, cabe mencionar que esta cualidad tiene sus restricciones. Algunos eventos, como nacimientos y muertes, deben permanecer intactos, por lo que el refinamiento temporal se limita a acontecimientos menores. Finalmente, Tim y Mary se enamoran, se casan y tienen hijos, pero, mientras son felices, hay un suceso familiar que da a la historia su peso emocional.

Un pequeño fallo en el guión es que los hombres de la familia Lake no le dicen a las mujeres que aman acerca de su habilidad especial, pudiendo parecer extrañamente sexista, o al menos deshonesto. En el caso del padre de Tim, uno pensaría que su astuta esposa habría adivinado el secreto de su marido en el transcurso de su largo matrimonio. Pero al final, este detalle es una pequeñez sin importancia en el gran esquema de una película sincera. 

Lo que impide que la cinta se vuelva demasiado empalagosa, es la presencia de problemas de la vida real y la manera reconfortante y humorística en la que el director, Richard Curtis, aborda los temas del amor, el dolor y la muerte. También pinta una relación padre-hijo maravillosamente tierna entre Nighy y Gleeson.

Otro punto a su favor, es que no convierte el viaje en el tiempo en un truco de ciencia ficción y lo usa como un medio para estudiar cómo aprovechar al máximo la vida en el presente. La película también trata conmovedoramente el tema de dejar que algunos eventos pasen y que algunas personas se marchen.

Curtis tiene una manera muy particular de hacer esta aventura potencialmente sentimental al inyectarla con sarcasmo, humor despectivo y emoción enternecedora, tal como lo hizo con Love Actually y Four Weddings and a Funeral. ¿El resultado? Un filme divertido y entretenido que te sacará una o dos lágrimas y te dará una gran lección de vida. 


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