lunes, 27 de enero de 2014

Crítica: La Ladrona de Libros

Share it Please
El bestseller internacional de Markus Zusak, La Ladrona de Libros, ha sido llevado a la pantalla grande con una eficacia tranquila y sabor meticuloso por el director Brian Percival y el escritor Michael Petroni. Esta historia de la Alemania nazi vista desde la perspectiva de una niña, se traduce en un drama sólidamente atractivo, aunque quizá no lo suficientemente llamativo o épico para abrirse paso en las primeras filas de los contendientes a los premios de la temporada. Alentado por los fans de la novela, el lanzamiento de Fox ha recibido buenas críticas y es equiparable a dramas de escala media de la Segunda Guerra Mundial como The Reader y The Pianist.

Petroni simplifica o elimina algunos personajes secundarios sin comprometer la esencia del libro. Al igual que en él, la historia es narrada por la Muerte misma (con la voz de Roger Allam), quien menciona al inicio que rara vez se involucra con los vivos, pero que tomó un interés particular en la joven Liesel Meminger (Sophie Nelisse). A ella se le ve por primera vez en una escena de 1938, donde va en un tren con su familia hacia un destino al que su hermano y madre nunca llegarán, ya que él tiene una grave enfermedad y ella es arrestada por sus inclinaciones comunistas. Así, Liesel llega sola a las puertas de sus nuevos padres adoptivos, un pintor de brocha gorda, Hans Hubermann (Geoffrey Rush), y su siempre dominante esposa, Rosa (Emily Watson).

Cuando se descubre que Liesel es analfabeta, lo que hace que sus compañeros de escuela se burlen de ella, Hans, amablemente, crea un juego para enseñarle a leer. El primer libro que conquistan es uno que ella tomó cuando se cayó de la chaqueta de un trabajador en el funeral de su hermano: El Manual del Sepulturero. Más tarde, ella se atreve a rescatar otro de una quema de libros durante un mitin nazi. Este acto atrae la atención de la solitaria esposa del alcalde de la ciudad, Frau Hermann (Barbara Auer), quien más tarde permite a Liesel, de manera clandestina, utilizar la biblioteca personal de su difunto hijo durante sus entregas de lavandería semanales en su imponente mansión.

En contraste, los Hubermann apenas logran sobrevivir gracias al servicio de lavado y planchado de Rosa y a los encargos de Hans, de quien sabemos durante la película que no cuenta con un gran empleo debido a su negativa a unirse al "Partido". Mientras pasa el tiempo y las privaciones de la guerra crecen más, su situación interna se vuelve más peligrosa con la llegada de Max Vandenburg (Ben Schnetzer), el hijo fugitivo de un compañero judío que salvó la vida de Hans durante la Primer Guerra Mundial. Moralmente, la familia está obligada a ocultar al joven de las autoridades y a curar sus heridas, pero crea un gran vínculo con Liesel. Ella jura no decir nada a nadie de su secreto, ni siquiera a su mejor amigo y vecino Rudy (Nico Liersch), aunque varias veces, la información se ve terriblemente cerca de ser revelada. 

En la película encontramos algunas escenas de ataques aéreos, de una búsqueda preocupante casa por casa por los oficiales nazis, de la segunda enfermedad grave de Max y de la respuesta histérica de Liesel cuando los prisioneros judíos marchan por la ciudad. Sin embargo, La Ladrona de Libros abarca estos años de guerra desde un punto de vista microscópico y rara vez va más allá de los personajes principales. Percival y Petroni se niegan a inflar artificialmente los puntos clave de la historia con fines melodramáticos o lacrimógenos. De la misma manera, dicha restricción inteligente puede parecerle a algunos como demasiado ecuánime y de ritmo lento.

Contribuciones de diseño impecable son destacadas por el sombrío y hermoso lente de Florian Ballhaus. La excelente música es creada por John Williams y representa su primera obra destacada en años para un director que no sea Steven Spielberg. Pero al final, las auténticas sorpresas de la película son los actores de sus dos protagonistas infantiles, Nelisse y Liersch, ya que previamente no habían aparecido en proyectos de tal magnitud. Ambos logran que la cinta transmita verdad por medio de interpretaciones que consiguen superar las limitaciones del guión para crear una conexión emocional entre lo que sucede en la pantalla y el espectador.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Followers

Follow The Author