martes, 14 de enero de 2014

Crítica: El Juego de Ender

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La versión cinematográfica de El Juego de Ender de Orson Scott Card es demasiado amable y el drama sufre mucho por ello. La película junta demasiada historia en 114 minutos, tiene errores graves de ritmo y no luce tan grande como debería. Pero el mayor problema del filme, es su tono y caracterización: los personajes hablan constantemente acerca de qué tan grandes quieren ser, pero sus acciones indican lo contrario. 

El escritor y director, Gavin Hood, hace lucir al héroe, Ender (Asa Butterfield), como un chico brillante y bueno que también tiene lo que los adultos llaman un buen instinto asesino; es un estratega inteligente, aunque potencialmente empático, perfectamente adecuado para combatir a los Formics, una raza alienígena. El problema es que el Ender de Card no es un buen chico que pasa a hacer cosas malas porque las circunstancias lo requieren. La película lo hace parecer de esa manera y ablanda el carácter y la historia.

A quienes nunca han leído el libro nunca podrían saber que este cambio se realizó, pero que deberían, ya que explica por qué la película se siente bastante como otra cinta de ciencia ficción y fantasía con jóvenes. El filme ablanda los personajes de Card, los profesores del héroe son demasiado accesibles y sus amigos de la misma edad son excesivamente amables. En pocas palabras, el director no confía en la audiencia para digerir el duro mensaje del libro.

Al inicio de la cinta, el coronel Graff (Harrison Ford) introduce a Ender a sus colegas como el elegido que terminará la guerra contra los Formics. Cuando lo vemos en la escuela, golpea brutalmente a uno de sus compañeros con el fin de evitar pleitos a futuro. Sin embargo, la película comienza a lijar las asperezas de Ender casi de inmediato y a lo largo de toda ella, el protagonista lucha para dejar de planear estratégicamente y empezar a pensar con empatía, pero hace ese cambio con demasiada facilidad.

La película omite varias escenas cruciales de la novela en donde vemos a Ender crecer tanto como cadete militar como animal social, y estropea un par de momentos clave que muestran al protagonista aprobando o reprobando las principales pruebas de carácter. Para empezar, se supone que Ender debe de ser un objetivo cuando entra en la Escuela de Batalla, el campo de entrenamiento del espacio exterior donde los niños aprenden a dirigir, seguir y planear. En el camino, Graff destaca a Ender como el más brillante de los nuevos reclutas y después conoce a Bean (Aramis Knight), Petra ( Hailee Steinfield ) y Bonzo (Moises Arias), un recluta de alto rango que lo intimida.

Graff comienza a presumir a su colega, Gwen Anderson (Viola Davis), de que está aislando a Ender, pero en la película, él siempre está rodeado de personas que se preocupan por él y el propio Graff siempre le sonríe después de casi toda prueba de entrenamiento. Ender tal vez no tenga control de sus decisiones, pero en la adaptación cinematográfica, siempre te das cuenta de que alguien responsable las toma por él.

Debido a que Hood tiene una cuota de puntos de la trama que tiene que abarcar en un periodo relativamente corto de tiempo, las escenas más fuertes son aquellas en las que la película deja de mirar el reloj un poco y permite a Ender tomarse el tiempo necesario para explorar su mundo, sus sesiones de entrenamiento, la sala de batalla, etc.

Desafortunadamente, el director cojea en estas partes por tener personajes que verbalmente explican lo que está pasando en lugar de simplemente mostrarlo, y algunas de las secuencias de efectos especiales más intensas parecen baratas. Incluso, el aspecto de sus relativamente impresionantes batallas espaciales son decepcionantes, porque rara vez Hood permite a los espectadores perderse en el vasto mundo de Ender.

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